jueves, 10 de julio de 2008

Memorias de Gigante

1. Solía ir con mi mamá y mis numerosos hermanos los viernes por la tarde, o los sábados después del catecismo.

2. Al entrar a la tienda, Paola y yo nos íbamos corriendo a la parte de los libros de colorear, donde pasábamos el tiempo viendo aquellas bonitas publicaciones. Sépase que en mi época eran mejores, con dibujos más bonitos y actividades más inteligentes. Nada de llevar a Barbie por un laberinto hacia el Mall. No señores, había que salvar a la Sirenita, encontrar las diferencias entre los 5 dibujos de Alvin, llevar al establo a Mi Pequeño Pony para que no se mojara con la lluvia.

3. En una ocasión me recargé contra un vidrio en dicha área de libritos, y me hice un agujero en la muñeca, afortunadamente entre las dos venas grandes, en un lugar seguro. Me dió miedo decirle a mi mamá porque pensé que me regañaría por tonta, así que fui al baño a echarme agua. En realidad no sangré, sólo se veía un hoyo con carne rosita. Todavía tengo esa cicatriz.

4. Un sábado, al pasar con mi mami por la parte de los focos, quise averiguar por mí misma en qué consistía eso de los probadores y los focos, por lo cual metí un dedito en el aparato ese blanco y me dio muchos toques. Nuevamente me quedé calla sobándome el dedito. Sentí nauseas y mareo toda la tarde.

5. Siempre me daba miedo no encontrar a mi progenitora porque camina excesivamente rápido. De ahí que muchas veces estuviera deambulando por los pasillos buscando su rastro, temerosa de ser secuestrada por alguna señora que me llevaría en su carrito infernal a algún lejano país.

6. Mi hermana Karla se avergonzaba de ser el centro de atención. Curiosamente siempre ganaba en las promociones de Gigante. Recuerdo particularmente un cassette de canciones rancheras. Sonó el jarabe tapatío por toda la tienda y mi hermana quería morir. Para aumentar la vergüenza, siempre le tomaban fotos con su premio para pegarlas a la entrada. Entre sus Gigantescas adquisiciones está un centenario de plata, el cassette ese, todo el valor de su compra en vales Gigante y muchas cosas más que no recuerdo.

7. En mi infancia, cuando las húngaras eran la peor amenaza de la ciudad, solía verlas en el área de frutas y verduras metiéndose naranjas en ocultos bolsillos que cosían para ese propósito en sus faldas. Cuando introdujeron las cámaras de seguridad fueron cayendo una a una en manos de la justicia. Podías verlas a la salida, rodeadas de policías, con su cara de malditas.

8. Sí, alguna vez tuve ropa y zapatos de esa prestigiosa marca. ¿Y saben qué? Sí! me gustaban!! Y según recuerdo, la calidad no era tan mala. Mis hermanos tenían camisetas de las Tortugas Ninja. Hmm, mi hermano mayor compró ahí su primera Tortuga Ninja original. El resto de nosotros tenía unas hechas en China que olían delicioso. Mi papá las compraba para nosotros en algún mercado que no logro recordar. Recuerdo ir de su mano, toda emocionada, pensando de qué color quería mi tortuga (la bandita de los ojos, pues).

9. En una ocasión, antes de navidad, me encontraba yo ilusionada mirando los juguetes y pensando en qué pedirle al niñito Dios. Llegó una edecán con un traje verde todo pegadito y un carrito lleno de muñequitos de Chabelo. Me dijo: "¿ya sabes lo que quieres para Navidad?" yo, penosa como siempre, debí haber sonreido con vergüenza. Continuó: "¿Y no quieres un juguete de Chabelo?" y yo: "NO!" "Bueno mija, te lo dejo para que juegues un rato". No, no me gustó.

10. ¿Por qué no sé ni quiero aprender a voltearme los párpados? Porque en los pasillos de Gigante vi a un anciano con los párpados permanentemente volteados, seguramente un castigo divino por estar jugando en vez de ponerse a hacer la tarea.

Misterio de la vida: Mi amiga Rocío también solía ir al mismo Gigante los viernes por la tarde. Seguramente nos vimos algún día, sin saber que en algunos años nos haríamos amigas.

7 comentarios:

From the Life and Songs of the Olympian Cowboy dijo...

A mí me pasó con una novia que tuve años después. Nuestros papás compraban películas beta piratas en el mismo puesto de Pericoapa. Y yo, todavía hoy día, juro que un día la vi y sonreí xDDD y ella se fue corriendo a abrazar a su papá o_O

Mujer perdida en un estado interno de ebriedad dijo...

JAJAJAJJAJJAJJAAJJAJ que gracioso.. y qué raro...

From the Life and Songs of the Olympian Cowboy dijo...

Ve a leer lo que te puse en mi blog o_O

Unknown dijo...

qué gigante??? chance y es el mismo al que yo iba.....

por cierto, yo nunca he visto los baños de gigate :S, tal vez he pasado por ahi pero me aguanto....

otra cosa, mi hermano leonardo me obligaba a robarme juguetes de gigante, digo me obligaba porque yo me hacia la loca creyendo que ante dios todo quedaría justificado si le echaba la culpa a alguien mas....

me siento como myrna ventaneandome a mi misma

snarff

Mujer perdida en un estado interno de ebriedad dijo...

JAJAJA tú también deberías escribir tus memorias de Gigante Steff. Fíjate que me tripié bien cabrón cuando caí en cuenta de que en mi muñeca tengo una cicatriz de Gigante. Pero ya, ya lo superé. Ay no. pues.. más o menos... uuuuuuuuy

Mujer perdida en un estado interno de ebriedad dijo...

Era el Gigante de Plaza del Sol. Cuando Plaza del Sol era un lugar bonito... y había un Bing en el que seguramente de niña vi a Ariel sin darme cuenta. Mismo Bing en el cual me compraron un helado que fue a dar directamente a mi botita ortopédica color negro. Era un día lluvioso. Lloré y me compraron otro. Memorias de Bing....

From the Life and Songs of the Olympian Cowboy dijo...

Total que la primera vez que leí esta entrada omití mencionar que me identificaba con varios puntos (porque pensaba utilizarlo como tema de conversación, lo admito) Pero ahora vengo y anotaré en qué puntos me siento reflejado: En el uno (excepto que yo iba con mi abuelita, con mis primitos y hermana, los primitos sustituirían a los numerosos hermanos, pero a esa edad eran casi como mis hermanos), en el dos, en el cuatro, en el ocho (las playeras de las tortugas eran un básico en el guardaropa de todo niño). Y ya.