martes, 25 de marzo de 2008

Veloz actualización para seguir con la historia

Después de abandonar mis planes post-comunistas y resignarme al hecho de que mi visa quedará intacta en la página 7 del pasaporte, comencé a salir a la luz del sol, a integrarme a la vida que dejé 12 horas para encontrarla diferente.
Al principio costaba mucho no llorar camino a la escuela; esos treinta minutos en camión daban para un hilo de ideas muy largo. Empecé a encontrarme con amigos en la calle, y a repetir mi historia una y otra vez, de manera más breve conforme crecía mi desencanto. Decía que ya no pensaba en Rusia, que no me arrepentía de haberme quedado: la verdad es que mentía la mayor parte del tiempo.
El problema conmigo es que no puedo tomar un acontecimiento de manera aislada. Cualquier cosa, por pequeña que parezca implica siempre algo más. Desde niña sentía la necesidad de explicar el universo y todo lo fundamental desde la experiencia cotidiana. Entonces, permanecer en Polonia no era sólo una decisión madura porque qué país tan peligroso, qué ciudad más cara, etc. etc. No, definitivamente no era eso.
Todo tenía que ver con la fuerza del deseo. Hubo un momento en la estación en que debí doblar las manos sin darme cuenta. Ahora que lo daba todo por perdido, me preguntaba si había algún otro deseo oculto, como el de permanencia. Tal vez estaba cansada de no estar en ningún sitio porque siempre me concentraba en el paso siguiente. Rusia iba a convertirse en mi hogar definitivo. Entonces, ¿por qué dejarlo ir para convertirme nuevamente en ese viajero que no logra llegar a casa? O, probablemente, Polonia ya se estaba convirtiendo en eso, en aquel punto, en aquella estación en medio de la nada.
El peso del destino. Había pensado en Rusia ininterrumpidamente por más de un año. De nuevo la fuerza del deseo: nadie lo merecía más que yo, todavía estoy segura de ello. Puedo afirmarlo, luché por conseguirlo, lo logré. Pasé muchas noches reflexionando al respecto. De pronto, pareció convertirse en una especie de destino. Todo había ocurrido porque así debía ser. Yo debía estar ahí, todo parecía desembocar en San Petersburgo de algún modo. Creo que no pude soportarlo. Convertí todo esto en una suerte a la que renuncié deliberadamente.
Hay una enorme diferencia entre el destino y el deseo. El primero es una carga que cae pesadamente sobre nuestros hombros. No podemos comprenderlo. Es hijo caprichoso de la Fortuna. El deseo, en cambio, es enteramente nuestro, hijo de nuestra condición humana. Siempre he creído que nuestra vida depende del deseo. Estar con alguien, ir al mismo café todas las mañanas, comprar un nuevo coche, abandonarlo todo un viernes de madrugada. Siempre hay un momento en el que inclinamos la balanza, siempre hay un momento en que dejamos de querer, siempre hay una lucha interna entre nuestro deseo y todo lo que escapa a nuestras manos.
Y así dejé de desear ese monstruo que había creado. Esperé tanto, hablé tanto al respecto que de pronto no pude manejarlo. Después, todo el mundo tenía su opinión al respecto. Algunos lo tomaron como un fracaso, porque era más fácil pensar que tuve miedo. Pero sé que no fue así, sé nadie más lo hubiera logrado. Lo hice. Llegué lejos. Me costó tiempo llegar a la conclusión que no me di por vencida.
Y aquí la vida siguió su curso. Las tiendas abrieron como cada mañana, los trenes siguieron llegando con retraso y los niños tomaron sus cosas para ir a la escuela. Yo me convertí en el pasajero de las 11:30 y comencé a esperar tus llamadas.

3 comentarios:

a-Ló! dijo...

:O me tomo bastante digerirlo...creo que es de los mejores si no el mejor post que has hecho

te quiero mucho esposa :)

y para nada fue un fracaso..ya habra posibilidad de cruzar esa linea, solo te quedaste al borde y te falto el ultimo paso, pero la vida regresa oportunidades y lugares, cuando menos te lo esperes cumpliras tu sueño.

Mujer perdida en un estado interno de ebriedad dijo...

Gracias marido :D

Maximiliano dijo...

"Tal vez estaba cansada de no estar en ningún sitio porque siempre me concentraba en el paso siguiente. [...] O, probablemente, Polonia ya se estaba convirtiendo en eso, en aquel punto, en aquella estación en medio de la nada"...

Mi Polonia en su momento fue Ecuador. Coincido con a-lo... es uno de los mejores posts que has hecho... No sabes cuanto pagaria en este instante por pasar una tarde noche hablando contigo, chocolate mediante, en esa plaza que esta a 3 cuadras de tu casa mexicana... y aclaro, porque ahora tu hogar esta en Polonia.