sábado, 6 de octubre de 2007

domingo en el Retiro

Recapitulación de los hechos:
· No fui al rastro
· Desayunamos cerveza y pan con aguacate, además de queso. Chema (el seńor don novio de Paulis) comió pan con aceite de oliva y azúcar. Y yo que creía ser rara porque un día desayuné una paleta de La Michoacana con Coca-cola.
· Estuvimos hablando un ratotote.
· Fuimos al parque del Retiro, entramos por la puerta del ángel caído. Adentro hay una fuente dedicada al diablo. Qué miedo, Dios mío. Por cierto, este parque es la versión pepona de los Colomos, más pequeńa pero, en definitiva, mejor.
· Estaba todo lleno de jipiosos y familias. Me dio una de mis múltiples paranoias.
· Fui a cenar con unos amigos de Isa. Todos fueron muy amables conmigo, y hablé con un gallego sobre los chistes de gallegos. Se justificó diciendo que sus compuebliotas hicieron mucho dinero en México y por eso se vengaban con los chistes, yo no tengo idea. Comimos pizza y se me quedó un trozo estilo tripa de gato en los dientes. Me di cuenta demasiado tarde. Me prometieron comida gallega para la próxima vez que vaya (me pregunto qué será…)
· Me conecté a internet como por 15 minutos, cortesía de un buen vecino que no pone contraseńa en su internet (aprendan, muchachos).


Paranoia número 1: pensar que conozco a todo el mundo

Esto me pasa en lugares muy concurridos donde, de hecho, no conozco a nadie. De pronto siento que todos son iguales y que los he visto en algún otro sitio. A donde sea que mire, veo gente que, según yo, vi el día de ayer. Es extrańo porque no puedo quitarme esa impresión de la cabeza. Esta vez me dio por pensar que todos eran rusos porque todos tenían la cara chata, todos eran calvos y con nariz como rusa. La cura contra este delirio es irme a otro lugar.

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